Tomado del Blog de Ságabe http://www.sagabe.es |
No sólo eran las discotecas. Había también otro lugar vedado a los menores de dieciocho años al que, quizá por la prohibición, nos apasionaba ir. El cine de las películas de mayores.
Había entonces en Salamanca un buen número de cines que, poco a poco, han ido desapareciendo. Había entre ellos teatros como el Liceo o el Bretón, con la clásica forma de los teatros de toda la vida. La mayoría, sin embargo, eran "cinemas" clásicos, con su patio de butacas y su anfiteatro (era algo más barato y se veía muy bien: valía la pena). El Coliseum en el pasaje Coliseum, el Salamanca en Vázquez Coronado, el España en la Plaza de España, el Gran Vía (no doy pistas). Estaba también el Taramona, en Federico Anaya, que, si no me equivoco, sólo tenía patio de butacas. Y el victoria, en la Carretera de Ledesma, del que no recuerdo nada a pesar de que estuve varias veces viendo aquellas películas mexicanas a las que íbamos los niños.
En aquella Salamanca los cines ofrecían tres sesiones, que, si la duración de la película lo permitía, eran a las 5, 7.45 y 10.45. Y, sobre todo en verano, cuando los estrenos escaseaban, presentaban programas dobles en sesión continua.
Los cines, sobre todo esos cines desaparecidos, quedan en nuestros recuerdos asociados a las buenas películas que vimos en ellos. En mi caso, el Bretón tiene un lugar privilegiado. Allí vi Primera Plana (la película que me hizo aceptar sin remordimientos que Bergman me aburría) y American Graffiti (no sabíamos entonces que George Lucas era un genio). También tengo un lugar muy especial para el Taramona, donde vi la Naranja Mecánica. Y donde vi también no pocos programas dobles, con esas magníficas películas americanas de los setenta que cuarenta años más tarde nos siguen gustando.