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domingo, 25 de agosto de 2013

Ulpiano el casto

Los scopitones de Lelouch, de los que hablaba en el post anterior, eran una muestra del erotismo que la sociedad podía aceptar a mediados de los años sesenta. Y es en este aspecto en el que las cosas cambian mucho con el paso de década. Los límite de lo permitido se amplían mucho en los setenta y los españoles de entonces hablan con insistencia de la "ola de erotismo que nos invade".

¿Toda España sumergida por la ola? Pues sí, toda España, casi sin excepción. Aunque hubo quien intentó crear "aldeas galas", resistiendo heroicamente en el espíritu de Trento, a pesar de estar rodeadas por las más numerosas fuerzas de las nuevas costumbres. Nuestro gobernador civil de entonces, D. Ulpiano González Medina, intentó hacer de Salamanca una de esas aldeas galas.

La aldea gala de Astérix (Goscinny/Uderzo)

Y lo intentó multando a los novios que en las calles se besaran con pasión, o de alguna otra manera no se comportaran según el código de conducta que había estado en vigor durante más de treinta años. Al menos, eso es lo que decía todo el mundo. Creo, incluso, que lo publicó la Gaceta (aunque habría que ir a la hemeroteca y comprobar, que la memoria ya empieza a jugarnos malas pasadas). Por esta quijotesca actitud de embestir a los gigantes, de detener el reloj de la historia, al gobernador civil dieron en llamarle "Ulpiano el Casto".

Según podemos leer en ABC, D. Ulpiano había nacido en Gijón en 1920 y era licenciado en Derecho e Inspector Técnico de Trabajo. Fue gobernador civil de Teruel entre 1969 y 1972, y de Salamanca entre 1972 y 1975. Falleció en Madrid el 2 de febrero de 1994.

En nuestra España democratizada, descentralizada, internetizada, wasapizada, es difícil imaginar el poder que un gobernador civil tenía hasta los años ochenta. Sobre todo en una provincia perdida del lejano oeste, donde los periódicos de la capital no llegaban hasta las dos de la tarde.